La reacción del gobierno después del paro confirma las razones
que llevaron a la huelga general. Cristina Kirchner no admite que 10 millones
de trabajadores hayan paralizado el país contra su política. El impuesto al
salario, la destrucción de las asignaciones familiares y los ajustes e
impuestazos provinciales responden a la necesidad de pagar a los usureros de la
deuda y a los vaciadores del transporte y la energía.
La tendencia a la huelga se
abrió paso gracias, en parte, a la disgregación de la burocracia sindical. Se
reforzó el protagonismo de los cuerpos de delegados y sindicatos de base, por
un lado, y de los piquetes, por el otro. El clasismo ha jugado un rol sin
precedentes en un paro nacional.
Las declaraciones “unitarias”
de Gerardo Martínez con el moyanismo muestran el temor de que la división de la
burocracia potencie a la izquierda en los sindicatos. Los “unidos y
organizados” del movimiento obrero como Yasky o Pianelli han salido muy
golpeados de la huelga.
El paro deja planteada la
continuidad de la lucha. Moyano salió a enfriar un posible paro de 36 horas. Al
mismo tiempo, surgen reivindicaciones “puentes” como los 4.000 pesos de
compensación anual por inflación y ganancias, o un doble aguinaldo, o un simple
adicional, como plantea el cuerpo de delegados de Sociales-UBA. La burocracia
de petroleros de Neuquén lanzó paros progresivos por un adicional de zona.
Otro tema que queda planteado
después del paro son las paritarias (las patronales plantean un “cepo” del
20%). Bancarios reclama un modesto 25% y un adicional. La renovación
sindical que plantea Palazzo exige asambleas en los bancos y plenarios de
delegados en todo el país.
Tribuna Docente
No hay comentarios:
Publicar un comentario